A Carmencita la conocí hace años cuando cabalgaba entre el folk y el psychobilly, marcando una estela débil pero profunda en conciertos familiares muy recogidos. Personalidad arrolladora dentro y fuera del escenario, sonrisa inquietante y una habilidad más que manifiesta para reunir a los mejores músicos granadinos en su órbita, la han alejado de la zona de asteroides para dejarla ese espacio inquietante y peligroso que la acerca al sol.
El álbum debut («Carmencita Calavera», Wild Punk 2017) contiene dimes y diretes, letras cáusticas y guiños desenfadados al folk rock y al punk de mantequilla, un ejercicio que vibra alrededor de su voz y una personalidad mainstream a punto de emerger. Que lo que quiero decir es que hay que seguirla, escucharla y verla. Tres placeres en uno. Será el viernes 18 de agosto al final de la carretera más alta de Europa.